El 18 de octubre de 2019 marca el inicio de un estallido social en Chile, un movimiento masivo de protestas que surgió en respuesta al aumento del precio del pasaje del metro en Santiago, pero que rápidamente se expandió para incluir demandas mucho más amplias sobre desigualdad, servicios públicos deficientes, pensiones, salud, educación y el costo de vida en general.
Ese día me encontraba por el centro de Santiago, de un momento a otro un mar de gente caminaba por la Alameda, ¿habrá comenzado? pensé. Ese momento que tanto soñaba, detener el sistema y empezar de nuevo por una sociedad más justa. Tomé mi cámara y comencé a fotografiar, era la escusa perfecta para estar donde las cosas pasan, me llegaron piedrazos de manifestantes y perdigones de la policía, pero puedo decir que estuve ahí, más de 30 jornadas fotografiando en las calles. Con el paso de los días algo me decía que no estaba bien, se respiraba un odio en el ambiente que crecía con el tiempo, lo veía en la mirada de quienes participaban, tanto de un bando como el otro. Una idea se repetía en mi cabeza, «desde el odio, odio se construye». Fue el momento en que deje de creer en la violencia como medio de revolución social, y me hizo sentido la frase de Gandhi “no hay caminos para la paz, la paz es el camino”.